18 julio 2011

Adiós eterno

Hoy ha sido el día más duro desde que nací. Ella ha muerto, se ha ido, y con ella, una parte de mí. Sangre de mi sangre, lo dio todo por mí y la quise incondicionalmente. La tristeza me comía a la misma velocidad que me acercaba al cementerio. Mi cabeza solo pensaba en ella; en el dolor de no poder volver a escucharla; en el miedo de despertar un día, dentro de mucho tiempo, y no recordar su rostro. Ahora estaba ahí, dentro de una caja de madera, donde descansará eternamente. Bajo la sombra del ciprés abracé a alguien que sentía mi mismo dolor, apoyó su cabeza en mi hombro y rodeo mi cintura con sus brazos, yo rodeé sus hombros con mis brazos y apoye mi cabeza sobre la suya. Ella empezó a llorar; yo, también; porque llorar es de hombres, de no guardarse nada dentro y mostrar que la quería. Mis lágrimas caían sobre su cabeza y las suyas sobre mis zapatos, ambos compartimos nuestro dolor en unos los peores minutos que he vivido.  Ahora solo queda continuar, ya no tengo miedo a olvidar su cara o su voz, porque una imagen y un sonido pueden desaparecer, pero en mi mente queda una persona que vivirá eternamente.

Adiós, abuela, adiós.

5 comentarios:

  1. No olvidaras nunca lo mas importante, que es lo que ha sembrado en ti.

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Por supuesto que no, muchas gracias por tu comentario.

    ResponderEliminar
  3. Y, a veces, como por descuido, te llegará un aroma, una risa, un roce... Simepre recordarás algo de ella, porque la verás en ti.

    Un beso!

    ResponderEliminar
  4. Son para el mundo perdidas inmensurables.. Lo sé..

    ResponderEliminar
  5. muy hermoso tu relato.no tengo en mi memoria un dolor asi si lo pase estoy segura pero no lo recuerdo .Me duele y mucho pero mi dolor es diferente me duele de saver el dolor que deja uno al morir me duele el dolor que inevitablemente causare a mis seres queridos los seres que a mi me aman y que a cada instante me demuestran su amor ese es mi dolor.

    ResponderEliminar