Miro al cielo una noche,
llueven estrellas de barro,
esquirlas revientan mis pasos;
apocalipsis espacial.
Y me veo ahí,
desdibujado entre sombras
y estrellas podridas,
con la cara sucia de fango.
La suciedad hiela la piel,
me para el aliento,
llueve y se corre
y yo también.
Perdón –fui a gemir-
tu frialdad me ha hecho arder.
No acepto disculpas –dijo-
de a quien muere a mis manos.
Y ahí entendí, mi soledad,
sucio por fuera y corazón
congelado.
Y apagado.
Amaneció y se fueron
las estrellas de barro.
Permanecí llorando
arrodillado ante el sol.
El sol creó costra
caliente de mugre.
Me quedó suciedad
y una quemadura en la cara.
Fue bueno el cambio:
me dejaron las ganas
y solo se llevaron mi corazón,
las estrellas de barro.
LLANTO
Hace 6 días
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