31 mayo 2013

Universo intratable

Caen las noches dolidas sobre una cabeza mal pensante, cual guillotina imaginaria, cual decepción incrustada bajo la piel irritada. No me protege, el sombrero de mentiras que construyen las notas de viento acariciando el quicio de la ventana. No hace nada ante la inmensidad desengañada, ante la realidad desencantada. Y cae el universo, enorme, sobre mi coronilla, y ejerce presión sobre mis cervicales de mentira, sobre mi cuello de materia, sobre mis ideas incorpóreas. Y solo percibo el polvo estelar que se acumula en el ala del sombrero inventado de mentiras bien planteadas. Presión, siento presión, presión del universo contra mí, de lo verdadero sobre lo imaginado, del todo sobre la nada. Decrezco, como el nocturno de Chopin, como una escalera al infierno, como una cabeza de enano disecada y como la veracidad nunca considerada.
A lo lejos, mientras me aplasta la inmensa oscuridad del cielo infinito, veo esa estrella, por la que juré a la Luna, por la que pedí un préstamo a Dios, por la que prometí dar mi condición de humano. Te juro, universo, que lo intenté; sé que continuarás cayendo sobre mí, como se castiga a los humanos muy osados, como se ajusticia a los traidores de sus amos, como se reeduca a la rana que croa mil poemas a una princesa que no escucha. El polvo de estrellas sigue cayendo sobre el ala de mi sombrero y el universo continúa castigándome por no aprovechar los poderes que me prestó.  Estiro el brazo, única parte que aún posee movilidad; intento tocarla, por última vez, antes de que todo termine, antes de que se escurra, pero se aleja. Se mueve hacia donde yo no estoy, siempre se ha movido, ¿o es que nunca he estirado el brazo demasiado?
Y no es estrella lo que se aleja, más bien es un cometa. Pasó por el lado de mi oreja, me hizo pensar que podía hacerme con su cola, pedí a los dioses mil fuerzas, pero se alejó, pese a todo. Y ya termina la aventura de quien siendo humano pretendió tocar un cometa, de quien pensó que podía poseer con manos desnudas la piel dura de una diosa en forma de roca, de quien osó, siquiera, mirar con ojos sorprendidos a una rosa espacial, una rosa voladora, un amor veloz y una boca de cien nubes esponjosas.
Ya lo siento y me despido, universo, pues nunca pretendía hacerte perder el tiempo, solo quise perderlo yo, un rato, sobre el regazo de acaricias de mil vientos de delicias. Ya lo siento, universo, ya me callo y me voy, ya se cierra el telón de esta aventura, ya caen las persianas de este intento, ya se cierra las puertas de esta vida al universo.

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