Era el día que tanto había esperado. Ahí estaba Rodrigo, el que un día fue un luchador por España y hoy en día es parte de la historia. Hoy era el día en el que saldría del infierno. Su pena ya estaba cumplida, pronto podría escoger subir al cielo o reencarnarse en otra cosa al azar, perdiendo todos sus recuerdos. Quedaban 2 relojes de azufre para que saliera del infierno, en tiempo humano unos 20 minutos. Sus sesiones de tortura habían terminado y los 20 minutos que le quedaban eran para hacer lo que quisiese. Se despidió de su torturador, tanto tiempo y tantas maneras distintas de tortura los unieron. También se despidió de Cerberos, el fiel perro de Hades; que divertidas tardes de invierno a 120 grados pasaron juntos, asustando a los nuevos miembros del infierno. Por último se despidió de Hades, ésta fue la despedida más emotiva. Tras 200 años de torturas a Rodrigo se le permitió jugar partidas de ajedrez con el señor del infierno por cada sesión de tortura que pasara sin gritar ni gemir. El valeroso Cid aguantó más de una vez, lo que le permitió jugar con el grandioso Hades y entablar una curiosa amistado. Esta despedida estuvo marcada por las lágrimas.
Llegó el momento, debía partir. Avanzó 5 metros tras salir del averno. La temperatura bajaba. Allí había un simpático ser quien le preguntó al Cid que prefería, el cielo o la reencarnación. Pasaron unos segundos hasta que el Cid se dispuso a hablar.
-Siempre he sido un nostálgico. No me atrevería a ir al cielo, todo nuevo; tampoco a la tierra, olvidándolo todo, -suspiró- voy a volver al infierno, durante los últimos 600 años se ha convertido en mi hogar.
-¿Sabes que si vuelves deberás sufrir las torturas igualmente, no?
-Lo sé, en mi tierra se dice, más vale malo conocido que bueno por conocer. Además, aquí fuera hace frío.
El Cid recogió su espada del suelo y se fue hacía la puerta del infierno, espada en hombro y sonrisa en el rostro.
Llegó el momento, debía partir. Avanzó 5 metros tras salir del averno. La temperatura bajaba. Allí había un simpático ser quien le preguntó al Cid que prefería, el cielo o la reencarnación. Pasaron unos segundos hasta que el Cid se dispuso a hablar.
-Siempre he sido un nostálgico. No me atrevería a ir al cielo, todo nuevo; tampoco a la tierra, olvidándolo todo, -suspiró- voy a volver al infierno, durante los últimos 600 años se ha convertido en mi hogar.
-¿Sabes que si vuelves deberás sufrir las torturas igualmente, no?
-Lo sé, en mi tierra se dice, más vale malo conocido que bueno por conocer. Además, aquí fuera hace frío.
El Cid recogió su espada del suelo y se fue hacía la puerta del infierno, espada en hombro y sonrisa en el rostro.