Contemplé semejante espectáculo desde la inmensa higuera que yacía más de una década al borde del camino. Ésta parecía flotar en la oscuridad y yo a su vez flotaba en su interior empapado de mis pensamientos. Contrastaba la oscura noche con la claridad de lo que en mi mente acaecía. En mi mente recordaba las risas desenfadadas de unos niños inocentes que corrían ajenos a los problemas de la gente. Que feliz se era entonces, sin éticas ni nociones de justicias, sin preocupaciones de un mundo que no funciona, sin dolor provocado por ver cosas que no me deberían importan, pero me importan. Que bonito era correr y no preocuparte de lo que eres, que bien se vivía sin agonizar por las ideas de un ser humano.
Ahí, entre los matorrales maltratados por el sol, estaba mi yo feliz. Ese niño jugaba con arcos sin cuerdas y sin flechas y espadas que ni tenían hoja ni tenían filo. Mentalmente me acerco a ese niño, le miro a los ojos, no me veo reflejado, no me encuentro. Pongo mi mano en su cabeza, cierro mis ojos y le digo:
-Lo siento pequeño, como me ves serás, y por ser así sufrirás. Perdóname.
A continuación abrí los ojos, esperé su readaptación a la oscuridad y me levanté. Salí de la higuera y retomé el camino hasta mi casa, cruzando el parque donde aún correteaban algunos niños felices; más arriba la Luna volvió a su blanco estado habitual mientras yo había mi puerta, me acostaba y deseaba que mejore la existencia.
Interesante... al principio parece algo trivial, pero sin darte cuenta te ves sumido en un océanos de profundas reflexiones. Cabe añadir que tu narrativa me encanta.
ResponderEliminarUn saludo, espero leerte pronto. ^^
Muchas gracias por comentar. A mi también me encanta leerte, una lástima que te hagas de rogar en tus escritos, aunque quizás esa sea la razón de la calidad de tus crónicas oníricas XD
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