25 julio 2011

Despedida del infierno

Era el día que tanto había esperado. Ahí estaba Rodrigo, el que un día fue un luchador por España y hoy en día es parte de la historia. Hoy era el día en el que saldría del infierno. Su pena ya estaba cumplida, pronto podría escoger  subir al cielo o reencarnarse en otra cosa al azar, perdiendo todos sus recuerdos. Quedaban 2 relojes de azufre para que saliera del infierno, en tiempo humano unos 20 minutos. Sus sesiones de tortura habían terminado y los 20 minutos que le quedaban eran para hacer lo que quisiese. Se despidió de su torturador, tanto tiempo y tantas maneras distintas de tortura los unieron. También se despidió de Cerberos, el fiel perro de Hades; que divertidas tardes de invierno a 120 grados pasaron juntos, asustando a los nuevos miembros del infierno. Por último se despidió de Hades, ésta fue la despedida más emotiva. Tras 200 años de torturas a Rodrigo se le permitió jugar partidas de ajedrez con el señor del infierno por cada sesión de tortura que pasara sin gritar ni gemir. El valeroso Cid aguantó más de una vez, lo que le permitió jugar con el grandioso Hades y entablar una curiosa amistado. Esta despedida estuvo marcada por las lágrimas.
Llegó el momento, debía partir. Avanzó 5 metros tras salir del averno. La temperatura bajaba. Allí había un simpático ser quien le preguntó al Cid que prefería, el cielo o la reencarnación. Pasaron unos segundos hasta que el Cid se dispuso a hablar.
-Siempre he sido un nostálgico. No me atrevería a ir al cielo, todo nuevo; tampoco a la tierra, olvidándolo todo, -suspiró- voy a volver al infierno, durante los últimos 600 años se ha convertido en mi hogar.
-¿Sabes que si vuelves deberás sufrir las torturas igualmente, no?
-Lo sé, en mi tierra se dice, más vale malo conocido que bueno por conocer. Además, aquí fuera hace frío.
El Cid recogió su espada del suelo y se fue hacía la puerta del infierno, espada en hombro y sonrisa en el rostro.

22 julio 2011

El placer de dormir

Tras una comida muy placentera
mueren las ganas, me invade el sopor,
entonces llega un asunto mayor,
entonces llega una siesta severa.

Entro en mi habitación, la cama
espera, lento me acerco, me acuesto.
Perfecto palacio mullido es esto,
gran ceporro es quien a la siesta no ama.

Ya sueño, ya con quien más amo vuelo,
Aquí no hay chascos, ni muerte, ni dolor.
Aquí río, las nubes son mi suelo.

Miro las flores de infinito color,
este gran paraíso es mi consuelo
cuando la vida me deja mal sabor.

18 julio 2011

Adiós eterno

Hoy ha sido el día más duro desde que nací. Ella ha muerto, se ha ido, y con ella, una parte de mí. Sangre de mi sangre, lo dio todo por mí y la quise incondicionalmente. La tristeza me comía a la misma velocidad que me acercaba al cementerio. Mi cabeza solo pensaba en ella; en el dolor de no poder volver a escucharla; en el miedo de despertar un día, dentro de mucho tiempo, y no recordar su rostro. Ahora estaba ahí, dentro de una caja de madera, donde descansará eternamente. Bajo la sombra del ciprés abracé a alguien que sentía mi mismo dolor, apoyó su cabeza en mi hombro y rodeo mi cintura con sus brazos, yo rodeé sus hombros con mis brazos y apoye mi cabeza sobre la suya. Ella empezó a llorar; yo, también; porque llorar es de hombres, de no guardarse nada dentro y mostrar que la quería. Mis lágrimas caían sobre su cabeza y las suyas sobre mis zapatos, ambos compartimos nuestro dolor en unos los peores minutos que he vivido.  Ahora solo queda continuar, ya no tengo miedo a olvidar su cara o su voz, porque una imagen y un sonido pueden desaparecer, pero en mi mente queda una persona que vivirá eternamente.

Adiós, abuela, adiós.

14 julio 2011

El mataviejos

La larga calle se extendía bajo el agobiante sol de verano. Eran las tres del mediodía así que no había nadie por la calle, solamente él. Caminaba con su mochila a hombros y gafas de sol oscuras tapando sus crueles ojos. No pensaba, solo caminaba inconscientemente hacia el destino que se había fijado. A menudo llevaba una gorra negra a conjunto con su camisa y sus pantalones, también negros. Su fama era pujante en todo el territorio nacional por sus múltiples asesinatos y su frialdad. Se caracterizaba por el asesinato de ancianos y su sangre fría; la prensa más sensacionalista ya le había bautizado con el sobrenombre de El Mataviejos. Su modus operandi constaba de tres fases, entrada en la vivienda sin forzar puertas o ventanas y sin que nadie se percate; asesinato despiadado de su presa, que se encuentra normalmente entre los 65 y los 80 años; dejar una nota informando de las razones del asesinato a la policía.
Dolores, viuda, setenta años, jubilada. Abre la puerta de su casa a la vez que se despide de la vecina con un último cotilleo. Entra a su casa y cierra la puerta. La casa está en silencio pero no vacía. La vieja camina por la casa mientras mentalmente critica a la vecina con la que hace cinco minutos estaba riendo. Deja las bolsas de la compra encima del banco de mármol y entra en la sala de estar. Todo parece calmado, solo hay una cosa extraña, la chimenea está encendida y es verano. Dolores se acerca a la chimenea, las llamas crujen, la oscuridad come a las llamas, tras Dolores un martillo le azota en la cabeza antes de que se dé cuenta.
Dolores despierta. Desde sus ojos ve a un hombre alto y fuerte calentando en el fuego una vara de hierro. Intenta gritar pero lleva una mordaza. Nota como su cuerpo está desnudo. 
-Dolores, Dolores, vas a pagar duro cada cotilleo. Podrás pensar que soy del PSOE y quiero aligerar las pensiones, podrás pensar que soy un maldito lunático, podrás pensar que esto es una broma, pero no es nada de eso. No te voy a negar que me divierto con esto, lo considero un bien para el mundo y disfruto haciéndolo, pero mi intención principal es eliminar a todos los viejos asquerosos y decrépitos de la faz de la tierra. Sois unos seres inmundos e inútiles que no merecéis vivir. Además, tú no eres una vieja normal, no solo das asco sino que también criticas a las espaldas, y por eso no solo te voy a matar, te voy a torturar.
Coge la barra ya caliente y se sitúa junto al débil cuerpo de la anciana. Acto seguido comienza con su tortura quemando el cuerpo de la vieja, una quemadura por cada cotilleo. Comienza a oler a barbacoa, la carne se agujerea sin que la vieja indefensa pueda hacer nada. Cuando la anciana ya no puede ni moverse, él dice: Dolores, ya has hecho honores a tu nombre, ahora toca lo bueno, ahora toca morir. Saca un puñar de su mochila, coloca a Dolores boca hacia arriba y con un corte limpio y profesional rasga su cuello y se lleva su vida. Luego le saca un ojo, lo mete en su bolsillo como trofeo, arregla la escena para la policía, llama para que vayan y se va. Cuando la policía llega ya no está, pero encima de la mesa hay una nota que dice:
Uno menos en el mundo, no hace falta que me deis las gracias por los favores que os estoy haciendo, ya llegará el día en el que yo mismo me haga viejo, ese día me devolveréis el favor matándome  de la manera más cruel jamás inventada.

08 julio 2011

La canción

Hacía calor. Entré en en centro comercial en busca de un oasis que me protegiera de la especie de averno que era el exterior. Caminé sin rumbo, viendo los escaparates llenos de carteles de rebajas. En el interior de las tiendas la gente gastaba y gastaba dándole fuerza a una estrategia tan antigua y simple como eficaz. Entré en una tienda con el único propósito  de curiosear, pero algo extraño pasó. La canción que estaba terminando cuando yo entré en la tienda había finalizado y había empezado otra. Las notas musicales esprintaron por el viento hasta inundar  toda la sala y, por consiguiente, acariciar mis orejas mientras suavemente penetraban por mis oídos provocándome el placer que precede a algo grande, algo que te hará disfrutar.  Y tras unos segundos instrumentales una voz comenzó la canción. Era una voz de mujer, mujer por decir que era del género femenino, porque mi juicio no la relacionó con algo humano, en ese momento desprecié mi ateísmo y me dispuse a rendir culto esa Diosa, ella sería mi divinidad y yo su eterno y fiel profeta. El tiempo pasaba y yo me aferraba a los segundos para que no se escaparan, no quería que esa canción terminara y estaba dispuesto a parar con mi vida todos los relojes del mundo. La voz iba formando su figura, cada palabra que salía de su boca me ayudaba a definir un nuevo rasgo de su cuerpo. Pies del 38, tobillos perfectos, poco a poco se definían unas piernas perfectas y lisas hasta llegar una cintura pequeña, pero no excesivamente. Sus ojos eran preciosos, tan preciosos que el color se perdía en ellos. Sus finos labios invitaban al deseo, cada movimiento que realizaban para liberar una palabra de esa fantástica melodía era un sinfín de placer adicional para mí. Su pelo era largo y oscuro, como el bosque más misterioso, bosque en el que quieres perderte para no salir nunca más. Durante los 30 segundos finales de la canción soñé con una vida junto a ella, unos besos cantados y escribir en una partitura el resto de nuestras vidas. Durante la coda supliqué al mundo que no terminara esa canción, lloré y pataleé como un niño que no quiere soltar su juguete. Finalmente terminó. Estaba vacío. Abandoné mi posición arrodillada y salí  de esa tienda bajo las miradas sorprendidas de la gente. Salí del centro comercial, andé todo recto, abandoné el coche en el aparcamiento y me fui alejando por la calle asfaltada, bajo el sol de verano, ajeno a la gente que caminaba a mi alrededor y despreciando la existencia de todos los que no eran yo y mi Diosa.

05 julio 2011

Pensamientos

Dos hombres cruzan sus miradas.Sus pupilas, unas verdes y las otras azules, se conectan durante unos segundos, segundos que para ellos transcurren como si de horas se tratase. Tras las pupilas verdes circulan pensamientos de guerra, ese chico ya está limpiando su fusil y desenvainando su espada a la vez que grita en silencio a los cielos y a los mares clamando el poder de Ares, dios de la guerra. Tras las pupilas azules se esconde deseo, deseo por esas pupilas verdes y salvajes, ese pelo negro y alborotado, esa barba de tres días y esa boca que respira furiosa pasión. Los ojos verdes piensan: Éste busca guerra; si me toca, me encontrará. Los azules piensan: uniría nuestros mundos en uno solo, con el choque de los cuerpos excitados, respirando un mismo aire, cumpliendo un mismo deseo.